Eres definitivamente un retrato de mi alma y se bien que
ni siquiera cuarenta millones de años podrán copiarte.
Zurcidas mantienes las dos mitades de nuestra casa,
otrora quebrada por la inmadurez de las emociones.
Los hiláricos momentos que [hoy] nos regalas a cada rato
un día me sabrán a dulce luz blanca, universal, eterna.
Interminable, como las estrellas en tus ojos,
gráciles, como el espaviento invisible e
indestructible... de tus alas.
[Dedicado a nuestro primogénito, en su aniversario #7]
¡Vamos hijo! sigue siendo Vencedor en Cristo Jesús...
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